Una conciencia apocalíptica impregna la cultura contemporánea: crisis financieras, emergencias climáticas, ataques islamistas o pandemias. Valores y creencias se adoptan solo provisionalmente, para ser pronto descartados y sustituidos por otros distintos. Este consumo acelerado equivale de facto a no creer en nada, y supone la trivialización de la vida y un estado interior que oscila entre el hedonismo y la apatía.

Con todo, siempre quedan individuos singulares que conservan la plena vitalidad de su espíritu. Estos ‘emboscados’ no actúan como el revolucionario, que desea cambiar el mundo, sino como el ser solitario que toma conciencia y ejecuta aquello que se le aparece como justo. El ‘emboscamiento’ es una condición invisible y transversal: existe allí donde un individuo opone resistencia a la nada desde los espacios inagotables de la libertad.